Feliz día de las madres a las hermanas mayores.
Ser hermana mayor te conecta contigo misma.
Hace quince años tomé ese rol, y desde entonces, verla crecer ha sido como mirar una parte de mí florecer fuera de mi cuerpo.
Mientras más la veo, más quisiera guardarla en una caja de cristal. Protegerla del mundo, de la vida, de todos… incluso de mí, si algún día llegara a fallarle.
Un día dejé de ser solo hija, y sin darme cuenta, me convertí en algo más: fui madre en alma antes de tiempo.
La miré como se mira a un milagro pequeño, deseando que sea feliz, que viva, que ría con el pecho abierto,
que logre todo lo que yo no pude cuando tenía su edad.
Quiero que no le rompan el corazón, que se mire al espejo y se abrace con ternura.
Quiero que siga siendo mi bebé para siempre, y al mismo tiempo, que se atreva a volar,
a hacer todo aquello que encienda su alma.
Quiero darle todo lo que yo no tuve, y tal vez no me correspondía ese papel,
pero lo acepté con amor, porque eso también es ser hermana mayor.
Es sostener con manos temblorosas, es amar con un amor que no pide nada a cambio,
es romperse a veces, con tal de proteger.
Por eso, hoy celebro a todas las hermanas mayores que han sido faro y refugio,
a las que cuidan con el alma,
a las que aman como madres,
a las que están, incluso cuando nadie más lo hace.
Feliz día para nosotras, que supimos dar amor incluso antes de entenderlo del todo.